La agresión a
Libia tiene sin duda por objeto la apropiación de sus excepcionales reservas
petrolíferas en el marco del gran proyecto que “el Imperio Occidental que tiene
su centro de gravedad en los Estados Unidos” (expresión de Julian Assange) está
llevando a cabo para controlar África y apoderarse de sus extraordinarios
recursos a un precio irrisorio y antes de que lo hagan China y otras potencias
emergentes. Las reservas libias de petróleo son las mayores de África, son nada
menos que el doble de las que existen en los Estados Unidos. Sin hablar de su
gran calidad y facilidad de extracción. Sin embargo, investigadores como Ellen
Brown (presidenta del Instituto de la Banca Pública y autora de once libros, el
último de los cuales es Todo sobre el petróleo, o Todo sobre la
Banca?), John Perkins (ex agente de la CIA y autor del libro Confesiones de un sicario económico), Junious Ricardo (productor y presentador de The Digital Underground) o Cynthia McKinney (ex congresista y activista estadounidense), entre otros, están mostrando que además del petróleo existen otras razones tras la agresión. Estos analistas no creen en la aparición de una rebelión armada tan repentinamente en un país en el que ciertamente hay corrupción y falta de libertad pero que goza de un Índice de Desarrollo Humano excepcionalmente elevado. Creen más bien, como casi todo el mundo informado, que un incipiente y pacífico movimiento pro democrático ha sido secuestrado y trasformado en un violento golpe de Estado fabricado y financiado desde el exterior.
Banca?), John Perkins (ex agente de la CIA y autor del libro Confesiones de un sicario económico), Junious Ricardo (productor y presentador de The Digital Underground) o Cynthia McKinney (ex congresista y activista estadounidense), entre otros, están mostrando que además del petróleo existen otras razones tras la agresión. Estos analistas no creen en la aparición de una rebelión armada tan repentinamente en un país en el que ciertamente hay corrupción y falta de libertad pero que goza de un Índice de Desarrollo Humano excepcionalmente elevado. Creen más bien, como casi todo el mundo informado, que un incipiente y pacífico movimiento pro democrático ha sido secuestrado y trasformado en un violento golpe de Estado fabricado y financiado desde el exterior.
Pero su
sorpresa es mayor aún ante el hecho de que una rebelión, supuestamente
espontánea y no “fabricada”, haya tomado ya en los primeros días de sus ataques
la decisión de crear su propio Banco Central. Estos analistas lo consideran un
signo altamente elocuente, ya que, según el Fondo Monetario Internacional, el
Banco Central de Libia es 100% propiedad del Estado, cuenta con cerca de 144
toneladas de oro en sus sótanos y tiene por tanto “demasiada” capacidad de
autonomía respecto al poder económico occidental. Ellen Brown explica que este
país comparte con Irak, Sudán, Somalia, Siria, Líbano e Irán no sólo el hecho
de estar en la diana del Imperio Occidental (como reveló en 2007 el general
Wesley Clark a Democracy Now), sino también otra circunstancia a la que
los grandes medios occidentales de “información” no parecen querer prestar
atención: ninguno de estos siete países figura entre los 56 miembros del Banco
de Pagos Internacionales (banco central de bancos centrales, con sede en
Suiza), lo que los pone fuera del alcance del largo brazo de sus regulaciones.
Libia estaba siendo capaz de imponer sus propias condiciones comerciales a la
“comunidad internacional” (léase Imperio Occidental) y amenazaba incluso con la
nacionalización de todos los recursos estratégicos. Los cables de WikiLeaks no
sólo evidencian la avidez de las multinacionales occidental por el petróleo libio
sino también la indignación estadounidense por las dificultades que dichas
condiciones les provocaban.
Pero es aún
más grave el hecho de que Libia haya militado en favor de la exportación de su
proyecto. En el periodo previo a la agresión sufrida, Muammar al-Gaddafi había
defendido con energía la creación de una nueva moneda que sería utilizada por
doscientos millones de personas en el Continente Africano: el dinar de oro.
Proyecto que estaba progresando pese a la oposición de Sudáfrica y de la Liga
de Estados Árabes. Curiosamente, Saddam Hussein había abogado por una política
similar, una política de eliminación del petrodólar como moneda de referencia,
poco antes de que los Estados Unidos decidiesen la invasión de Irak.
Y ésta no
era una estrategia aislada de Muammar al-Gaddafi: es considerado el gobernante
africano panafricanista más militante en favor del proyecto de los Estados
Unidos de África. De hecho sus amenazas de nacionalización de los recursos,
realizadas durante su presidencia de la Unión Africana en 2009, se referían a
toda los recursos de África. E incluso su militancia se extendía al ámbito de
la Liga de Países Árabes y al de la OPEP.
Es en este
contexto en el que John Perkins nos recuerda que los Estados Unidos controlan
el Banco Mundial con el 16% de los votos, con el poder de veto sobre todas las
decisiones importantes y con la elección del presidente. Nos recuerda que un imperio
es una nación que, en los territorios que domina, impone su propia moneda así
como las reglas que deben regir su uso, y que un ejército de grandes
dimensiones es sólo el instrumento para dicha imposición. Es lo que están
haciendo ahora los Estados Unidos o, más concretamente, la corporatocracia
(el gobierno de las grandes corporaciones). Y están decididos a castigar a todo
aquel que no se someta a este juego. El pillaje, si debe ser sistemático y
estable, exige medidas estructurales, medidas tanto militares como económicas,
de carácter cada vez más global. Cuando Costa de Marfil, Sudán y Libia estén controladas,
el AFRICOM se habrá introducido ya en casi todos los 53 países de África. Sólo
faltarán, algunos como Eritrea y Zimbabwe. La agresión a Libia es puro pillaje,
pero es también el castigo ejemplar infligido a un modelo económico
independiente y militante; es el aplastamiento de un gran proyecto monetario en
el marco de la búsqueda de la unidad de un continente; es un “aviso” más a
todos aquellos dirigentes de África o del Gran Medio Oriente que aún no tengan
suficientemente claro que el Imperio tiene una decidida voluntad de imponer sus
designios…
Juan Carrero
Saralegui, presidente de Fundació S´Olivar.
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